Valeria saludó un poco temerosa. La mujer le preguntó que si estaría disponible para ir la próxima semana a presentar una prueba grupal. Valeria sin pensarlo dos veces le dijo que sí. La información completa se la enviarían por mail. En seguida abrió el correo de la empresa para el cargo en Estados Unidos. Decía que estaban complacidos de haber recibido la hoja de vida y la invitaban a participar en una entrevista online al día siguiente en las horas de la mañana. Valeria contestó agradeciendo y confirmó su participación. Puso el celular en la cama y salió corriendo a contarles a su mamá y a su hermana. Todas se reían y no podían creer que pasaran tantas cosas. La hermana le dijo que independientemente de cuál fuera el desenlace, ya iba ganando porque estaba haciendo dos procesos en unas muy buenas empresas y que si la habían tenido en cuenta era porque su perfil era muy bueno. ‘Así decida que lo que va a hacer el resto de su vida es irse para el sur de Italia a sembrar naranjas, esté segura de que le va a ir super bien porque usted es muy buena profesional, Valeria, y por otro lado se está fogueando con dos procesos que se ve que son duros, así que se está entrenando y eso también es ganador’, le dijo su hermana con mucha determinación. Valeria estuvo de acuerdo y le respondió: ‘Al menos alguna luz termina encendiéndose. Y no crea, me deja pensando con lo de las naranjas; de pronto lo que yo necesito es un cambio radical’. La mamá y la hermana abrieron los ojos y se miraron sorprendidas. Valeria soltó una carcajada y les propuso salir a tomar onces. En vista de que querían subirle el ánimo, mamá y hermana aceptaron la invitación y se fueron a dar una vuelta. Decidieron ir al café donde Valeria había ido con Alvaro. Se sentaron en una mesa, ordenaron capuchinos, bizcochos, galletas y tortas. Valeria tenía ganas de comer dulce, de consentirse un rato y charlar sin preocupaciones.

Fueron dos semanas en las que Valeria estuvo en pruebas y entrevistas en las dos empresas. Su amiga Pilar le insistía en que se fuera para Italia, sin embargo, Valeria quería terminar sus procesos para tomar una decisión. Finalmente, después de tanta espera, pasó lo impensable. Valeria fue aceptada en los dos cargos. Ahora se encontraba en una encrucijada. No sabía qué hacer. Por un lado, aceptar el cargo de la empresa donde trabajaba Mateo suponía un cambio radical. Debía irse a vivir a Estados Unidos, y aunque esto era algo que no la asustaba, sí le transformaba por completo su vida; dejar su ciudad, su casa, su familia. Y la otra opción en TMU era muy atractiva, sin embargo, el hecho de que la exesposa de Mateo trabajara allí, no la entusiasmaba y no se sentía muy segura de ser su colega. Por otro lado, Juan José había sido quien le había ‘ayudado’ a iniciar el proceso y cuando pensaba que podía quedar en deuda con él, le daba escalofrío y a pesar de que durante esas dos semanas había salido con Alvaro algunas veces, ella sentía que las cosas se estaban enfriando; ella ya no se sentía como antes. El paseo le mostró la verdadera cara de esa gente y, aunque Alvaro no era como ellos, sí estaba relacionado con ese grupo y eso la tenía bastante incómoda.

Algo llamó la atención de Valeria mientras hizo ese barrido mental y es que a la fecha no había recibido ninguna citación de la Fiscalía y tampoco había vuelto a saber nada de Lucía y Carlos. Le entró curiosidad y llamó a Lucía. Ella le contestó, la saludó gentilmente y Valeria inmediatamente le preguntó que cómo iba el proceso, que cómo estaba Alex y ellos dónde andaban. ‘Ay! Señorita Valeria, han sido días complicados. Nosotros nos fuimos de la finca y nos quedamos donde unos compadres que muy amablemente nos recibieron mientras veíamos qué podíamos hacer. Nos pusimos a analizar la situación y lo que se venía era muy enredado y nosotros no nos podemos dar el lujo de quedarnos manicruzados y el panorama que nos pintaba el abogado era que sí teníamos ventajas, pero a largo plazo porque esos procesos demoran mucho. Al final la señora Marcela me convenció de retirar la denuncia. Nos dio una platica y me dijo que, si queríamos, podíamos seguir trabajando en la finca. Yo no acepté lo del trabajo, pero con la plata que nos dio y con la liquidación de ambos, nos estamos organizando a ver si podemos comprar un pedazo de tierra. La otra opción es que los vecinos tienen unos amigos en el eje cafetero y están buscando unos cuidanderos, entonces estamos esperando a ver si nos confirman para irnos para allá. Yo no tengo ganas de ponerme a pelear con esa gente, Señorita Valeria, allá don Alberto con su conciencia, pero nosotros somos muy poca cosa para ellos y si quieren acabarnos lo pueden hacer. Yo sé que no era lo mejor, pero en nuestras condiciones, esa era la única salida. Doña Marcela se puso muy contenta con nuestra decisión y desde ahí está muy atenta ayudándonos. Ella dice que se siente muy mal, que don Alberto tuvo una niñez complicada. En fin, ya retiramos la denuncia. Yo estaba que la llamaba para contarle y para darle las gracias, pero hemos estado con tantas cosas, que no había tenido tiempo, menos mal que me llamó sumercé’, le dijo Lucía.

‘Bueno Lucía – le respondió Valeria -, yo la entiendo. Sé perfectamente que no es una situación fácil ni para ustedes, ni para nadie, y sí, esos procesos son largos. No puedo esconderle que me entristece un poco porque por eso es que esos depredadores siguen haciendo lo que se les da la gana, pero no soy nadie para juzgar su decisión y estoy segura de que la tomaron por el bien de ustedes y toda la familia, así que yo le deseo de todo corazón lo mejor. Si por casualidad me llegara a enterar de alguna oportunidad laboral para ustedes en una finca, se lo haré saber. Por ahora, por favor salúdeme a Carlos, a Alex y a la niña. Le mando un abrazo muy grande y no borre mi teléfono. Cuando quiera, si necesita algo, llámeme sin problema’. Valeria colgó esa llamada con un sabor amargo en la boca, pero entendía las razones de Lucía y ella tampoco estaba en condiciones de ofrecerles una estabilidad o un trabajo a ellos mientras ese proceso avanzaba. ‘Por eso es que esos canallas buscan gente humilde o que dependan de ellos, ¡malditos!’, se dijo en su mente mientras trataba de sacudirse la rabia, impotencia y desesperanza que esa situación le había llevado a su vida.

Valeria ya había regresado a su casa después de unos días. Se sentó en su sofá, cerró los ojos y trató de concentrarse para reflexionar acerca de su situación. Debía tomar una decisión y no estaba segura de nada. A veces le daban ganas de lanzar una moneda; otras, quería hacer un cuadro en Excel con los pros y contras de las dos opciones; le daban ganas de llamar a Pilar. Al final pensó que se sentaría con su psiquiatra para analizar con juicio las dos alternativas y entender cuáles eran los miedos o si había otro tipo de emociones que la rodeaban en los dos panoramas. Mientras esperaba que amaneciera para poder contactar a la doctora, inició una meditación. Estaba respirando profundo con los ojos cerrados cuando su celular sonó. Lo tomó en sus manos. Se trataba de Carla, la esposa de Juan José.