Valeria quedó helada, todos se miraron. La mamá de Mateo no sabía qué decir hasta que el papá mirando a Mateo le dijo: ‘¿Mateo, pero te ahuevaste o qué, hermano? ¿Tú sabías que Ana María iba a venir? ¿Cómo se te ocurre decirle que siga?’ Valeria se paró de la silla, le dijo a Mateo que se quería ir de allí. La mamá la cogió, le dijo que se tranquilizara y la llevó para el cuarto de ello. Mateo se fue detrás de ellas y le dijo a Valeria que no tenía ni idea de que iba a venir, pero que creía que solo le iba a entregar unos documentos, que no se sintiera mal. El papá se paró en la puerta de la habitación y le dijo a Mateo con un tono fuerte: ‘¡Llévate a Ana María para abajo y aprende a hacer las cosas mejor, carajo!’.
Mateo salió de la habitación, se fue para la sala, abrió la puerta y la cerró enseguida. Valeria se quedó con los exsuegros en la cama, quienes trataban de disimular la incomodidad de la situación hablando de otros temas, sin embargo, Valeria solo tenía en mente la emoción que le había quedado en el estómago atravesada. No entendía por qué Mateo la había hecho pasar y no estaba segura de que en realidad no supiera que iba a pasar. Se sentía confundida y en realidad lo único que quería era salir de allí. Pasaron unos minutos que para ella fueron una eternidad y apareció de nuevo Mateo con un folder en sus manos. La mamá lo miró en silencio y con un tono amigable les dijo que se fueran a la terraza a tomarse el café, que tenía un postre delicioso. Valeria con su cuerpo tembloroso se paró como pudo y aceptó la invitación.
Llegaron a la terraza Mateo y Valeria mientras los papás se dirigieron a la cocina para preparar el café y servir el postre y se originó una extraña conversación.
‘Oye, pero en qué estabas pensando cuando le dijiste a ella que siguiera, estás loco o qué? Le dijo Valeria con la voz temblorosa con una mezcla de desilusión y rabia. Mateo la miró a los ojos y le contestó con un tono arrepentido: ‘Perdóname, te juro que no le vi nada de malo. No veo por qué deba esconder que estaba contigo, me pareció normal. Yo sabía que me iba a entregar unos documentos, y no esperaba que lo hiciera hoy’. ‘Qué pena pero no te creo que se haya aparecido de sorpresa, Mateo. Es imposible que en las circunstancias en las que ustedes están ella se aparezca así de la nada’, le respondió Valeria con un asomo de rabia y reclamo. Mateo se quedó mirándola fijamente y le dijo: ‘Val, simplemente pasó a dejar los documentos y timbró para ver si estaba y entregármelos en la mano. Los hubiera dejado en la portería y probó, pero no pasa nada. La verdad no pensé que fuera tan grave, no sé, no pensé bien. A mi también me cogió fuera de base’. Valeria lo miraba con algo de desconfianza y le preguntó: ‘Y entonces qué le dijiste cuando ya estaba acá al frente de la puerta?’. Mateo con un suspiro y algo de cansancio por la situación le dijo que simplemente le había dicho que su mamá estaba en pijama, que le daba pena porque había desorden en la casa y que prefería que le recibiera los documentos abajo y que ella lo había entendido y no le había puesto ningún misterio. Que le dijo un par de cosas con respecto a lo que estaba en el sobre y se había ido despidiéndose sin problema.
En ese momento volvieron los papás de Mateo con los cafés y el postre, de pronto las cosas volvieron forzadamente a la normalidad; siguieron hablando de otros temas como para disimular la situación bochornosa por la que habían pasado y prosiguió el almuerzo sin ninguna otra novedad. Valeria recibió un mensaje de Alvaro: ‘Hola Vale, cómo vas, espero que esté todo bien. Juan José me dijo que si vamos a cine esta noche con él y con Carla, avísame si tienes ganas. Un abrazo’. Valeria leyó el mensaje, todos lo notaron y unos veinte minutos después Valeria se paró de la silla, les dijo a todos que se tenía que ir, que les agradecía infinitamente por el almuerzo tan delicioso, que le había encantado verlos, se despidió y como debe ser, Mateo la acompañó a la puerta.
Mateo le preguntó que si estaba incómoda y le insistió en su versión. Le dijo que cualquier cosa hubiera querido menos hacerla sentir mal y le dijo que la acompañaría hasta el parqueadero. Valeria se sentía extraña. No sabía qué pensar, y al final no sabía por qué se sentía así. Si ponía las cosas en perspectiva, ella era la intrusa en esos momentos. Efectivamente era normal que hubiera temas pendientes para completar o finalizar procesos burocráticos entre ellos dos. Eso la hacía pensar que esa separación era un hecho y si Mateo no la quería esconder era porque en efecto estaba siendo transparente. Otro hasta le hubiera pedido que se escondiera, pero cuando se dio cuenta fue ella la que decidió hacerlo sin que nadie se lo pidiera. Al final, la explicación de él era coherente con lo que había sucedido allí. Los papás se alteraron tanto como ella, el papá prácticamente se molestó. Nadie sabía que eso iba a ocurrir, entonces no se trataba de una trampa, simplemente la suerte los había puesto en esa eventualidad y la que no había sabido cómo reaccionar era ella.
Todo eso alcanzó a pensar mientras iban para el parqueadero. No hubo palabras, solo los pensamientos de ella que la llevaron a concluir que si, había sido incómodo, pero que lastimosamente había sido un imprevisto y que era ella la que estaba sentada en esa mesa y la que había permanecido allí sin que nadie le dijera lo que tenía que hacer. Cuando llegaron al sótano Mateo tomó de la mano a Valeria y le dijo: ‘Mi Val, no quiero que estés mal conmigo o que te vayas resentida; no supe qué hacer, pero yo te invité a mi casa, estuvimos almorzando deli, estuviste allí con mi familia y acá estoy contigo, no sé, creo que los hechos hablan por sí solos’. Valeria lo miró y le dijo: ‘Bueno, ok. No estoy brava contigo, pero es que fue muy incómoda; me sentí como en una encerrona y pues es horrible pasar de haber sido tu novia a la que se tiene que esconder’. ‘Valeria, nadie te dijo que te escondieras y yo nunca te lo hubiera pedido’, le replicó Mateo. ‘Si tienes razón, yo tampoco supe qué hacer. Me pareció tenaz pensar que tu exesposa iba a entrar y me iba a ver sentada ahí con tus papás. ¡Por Dios Mateo! ¡Nada qué ver! En fin, ahora me voy y hablamos después’. Mateo la abrazó y acercó su rostro al de Valeria, la miró y la besó en la boca. Le dijo que no entendía por qué pero que desde que había regresado se le había revuelto el corazón con respecto a los sentimientos hacia ella, como si algo le dijera que nunca hubieran tenido que separarse.
Valeria solo lo miraba en silencio y no entendía muy bien lo que estaba sintiendo. Tenía una pelea interna. Por un lado, creía que Mateo tenía razón; que hubiera sido todo más fácil y mejor si nunca se hubieran separado, pero, por otro lado, se acordaba de las palabras de su mamá y de su amiga Pilar y no sabía qué hacer. Terminaron en ese parqueadero besándose intensamente; Mateo la aprisionó fuerte de los brazos, la miraba fijamente a los ojos, le acariciaba el pelo, la cara, el pecho y ella solo se dejó llevar. Entre suspiros Mateo le dijo al oído que se fueran juntos, que se moría por estar con ella. Esos besos para ella fueron como un despertar de su cuerpo y de su alma. Hacía rato no se sentía tan excitada y estimulada por una energía que ni siquiera podía describir.
Lo miraba y sentía sus manos en su cuerpo y ella misma pensaba: ‘Es aquí donde quiero estar, estas manos son mías, siempre lo han sido, me conocen, saben recorrerme y saben quién soy’. Valeria entre gemidos y suspiros largos y confundidos le decía que se detuviera, pero lo seguía besando sin parar; era como si una fuerza desconocida la obligara a estar prendida de él. Mateo le quitó las llaves del carro, lo abrió y entraron los dos en la parte de atrás. Sin pensar en nada y como tantas veces lo hicieron cuando eran unos adolescentes, terminaron haciendo el amor en el carro de Valeria sin pensar en nada ni en nadie. No hubo peros, estorbos, ni trabas para terminar en un polvo de esos como de película en los que no importa el mundo, solo ellos. Cuando se encontraron en uno solo climax, se miraron y sonrieron como confirmando la satisfacción tan grande que les había traído ese momento. No hubo muchas palabras. Mateo la miraba, la acariciaba, la besaba tiernamente, le cogía el pelo, le delineaba las cejas con las yemas de sus dedos, le decía que era divina, que la había extrañado, la abrazaba y continuaba a mirarla como si no pudiera creer lo que acababa de pasar. Valeria por su parte sonrojada por la emoción del momento y por todo lo que su cuerpo le estaba transmitiendo, lo miraba en silencio y sentía un mar de emociones que la tenían suspendida en un hechizo inenarrable.
Al fin sacó las fuerzas para despedirse de Mateo, le dijo que ya era suficiente, que se tenía que ir, se despidieron con un beso detrás de otro y salió para su casa. Cuando llegó no sabía ni qué pensar. Miró la hora, eran las 7 p.m. y todavía no le había contestado nada a Alvaro. Le parecía una locura decirle que sí, pero el hecho de que el plan fuera con Juan José la emocionaba. Ya había hecho las correcciones en su hoja de vida y quería concretar esa cita para la siguiente semana porque la estaba amargando el hecho de tener que seguir asistiendo a esa oficina donde ya nada la motivaba. Todavía estaba a tiempo para confirmarle esa cita a Alvaro. Se decidió y le mandó un mensaje diciéndole que sí. Alvaro le dijo que la recogería a las 8 p.m., le dijo que si la peli que había sugerido Juan José estaba bien o que si quería ver otra cosa. Valeria le dijo que le parecía perfecta, que, de hecho, tenía ganas de verla hace rato. Alvaro le dijo que entonces quedaban así, y que la recogía en un rato.
Sintió que todo en ese día había sido loquísimo, pero no tenía tiempo de un monólogo, se quitó la ropa y se fue corriendo al baño para darse una ducha; le parecía justo después de lo que había pasado con Mateo. Salió, se vistió y mientras se maquillaba le entró la inquietud si debía avisarle a Mateo que iba para cine con unos amigos; le entró la duda, pero al mismo tiempo pensaba que era mejor no decirle nada. Al fin de cuentas sí había pasado algo importante, pero no habían quedado en nada concreto, ella todavía se sentía rara con respecto al incidente con la exesposa y no ‘debía’ darle explicaciones de lo que hacía o no. Apenas terminó su reflexión le entró un mensaje; era Alvaro diciéndole que estaba al frente del edificio; ella le contestó que ya bajaba.
Abrió su closet se puso la misma chaqueta que se había puesto para ir a desayunar y se fue a encontrar a su ‘nerd’. Se despidió del portero y cuando abrió la puerta del edificio alcanzó a ver a Alvaro que estaba en el carro y se puso blanca de ver a quién se había encontrado cara a cara. No podía creer lo que tenía al frente suyo.