Claro, este señor entre más misterio le ponía al asunto, más me hacía pensar. Era como si yo supiera quién era esa mujer, pero pensaba que era imposible. De pronto se me vino a la cabeza una idea absolutamente descabellada. No sé por qué pensé en Marcela; cuando devolví la película recordé que la noche que yo conocí al señor Chile fue la vez que nos reencontramos después de tantos años. Ella estaba en el hotel y pensé que fue tal la emoción del encuentro y era tal mi estado de shock por el ofrecimiento de este señor, que yo ni siquiera le pregunté qué estaba haciendo allá. Simplemente cruzamos dos palabras, yo le dije que estaba en una cita de negocios y que hablábamos en esos días, y después cuando empezamos a frecuentarnos ese episodio quedó atrás. Claro, todo se concentró en mi porque era yo la que tenía un montón de cosas bastante raras para contar. Aparte de la actualización que ella me hizo con respecto a su divorcio, negocio, familia e hijo, nunca volvimos a tocar el tema del hotel porque parecía irrelevante. Al tiempo que se me pasaba esa idea por la cabeza, llegaban todas las veces que me había acompañado, que me había llamado para preguntarme cómo estaba, que había tenido el tiempo para escucharme sin juzgarme, para darme ánimos e invitarme a seguir adelante recordándome que iba a estar siempre junto a mi apoyándome. Era imposible que fuera ella; solo que cuando el Capi dijo que parecía que no rompía un plato, de pronto me rondaba el demonio y sospechaba de ella. Tenía mi cabeza hecha un enredo. Me preparé un té, me senté con ganas de no pensar en nada y resolví que iba a esperar con paciencia sin hacerme videos hasta que este señor por fin me dijera de quién se trataba. De todos modos, había algo ahí escondido y bien raro.
Al rato regresaron Manuel y Mateo; llegaron muy animados. Aunque Reyes no iba a poder venir a la novena, estaba mucho mejor. Manuel me dijo que había estado hablando con Mónica quien le había contado que ya estaba adelantando todo el proceso de divorcio, que se sentía mucho más tranquila y que el papá de Reyes no estaba durmiendo en su casa, y que mientras Alejandro estaba en el hospital, su hermana la estaba acompañando. Le dijo a Manuel que cuando saliera de todo esto, me iba a llamar, me mandó muchos saludos y con los ojos aguados le confirmó que si no hubiera sido por todo el apoyo que recibió en ese momento tan duro con Alejandro talvez ella nunca hubiera tomado la decisión de dejar a ese animal. Manuel le dijo que lo sentía mucho, que contaba con nosotros para lo que necesitara, que ella sabía que en nuestra casa Alejandro era un hijo más así que ella también era bienvenida. La invitó a la novena, se alegró mucho, le dijo que le confirmaba porque no sabía si el papá de Reyes se iba a quedar con él o no, pero que, si era así, que ella venía feliz. ¡Me alegré tanto! Parecía que todo se estaba reacomodando porque nada estaba volviendo a ser como antes, y menos mal. Simplemente la vida nos estaba dando una nueva oportunidad para volver a empezar desde otro lugar, con otros elementos y con mucho aprendizaje. Manuel me dijo que le había contado que él iba a iniciar un tratamiento porque estaba teniendo problemas con algunas adicciones. Yo abrí mis ojos y lo miré aterrada. Me dijo: “Diana, yo estoy cansado de esta aparentadera. La gente que se va a quedar cerca de nosotros después de que pase este huracán se va a quedar sabiendo quiénes somos y si se quieren largar, mejor. Te cuento que cuando se lo dije a Mónica se alegró mucho por la decisión, me dijo que era muy valiente, que tenía toda su admiración y respeto y que iba a estar muy pendiente de ti y de los niños mientras yo no estuviera y que sabía que me iba a recuperar pronto. Hasta dijo que ojalá todos tuvieran la fortaleza para afrontar los problemas de esa manera. Me dijo que su esposo estaba convencido de que la que tenía problemas era ella, y que sentía en el alma que Alejandro tuviera un padre tan poco hombre como ese”. Le dije a Manuel que tenía razón, que era que todo esto era tan fuerte y nuevo, que me perseguían esos prejuicios con los que he vivido siempre.
Le conté a Manuel lo que me había dicho el Capi acerca de la socia de Vanessa, me dijo que él también había quedado pensativo y en seguida me dijo que en un primer momento había sospechado de Marcela. Boté un suspiro enorme. Le dije que yo también había sospechado de ella pero que me parecía imposible, además porque ella no tenía necesidad de hacer algo así si le estaba yendo muy bien con su negocio, era absurdo que una mujer como ella estuviera involucrada en un asunto tan turbio. Manuel me dijo que si, que a él también le costaba creer, es más, me dijo que talvez ella había estado mucho más pendiente de mi que mis propias amigas, pero que después de todo lo que había descubierto en los últimos días ya nada le sorprendía. Me recordó que todos al final tenemos ese lado oscuro que está ahí dormido y que si nos da por despertarlo se convierte en el mismo demonio. Estábamos en medio de esa conversación cuando recibe una llamada de su jefe, de Gutierrez. Quedamos en shock. Manuel le contestó, se saludaron muy cordiales los dos. Gutierrez le preguntó que cómo estaba, que si necesitaba algo, que había estado realmente ocupado en esos días pero que sabía que él había estado siempre en contacto con el sub director financiero resolviendo algunos temas precisamente por el cierre del año. Le agradeció por su disponibilidad, le dijo que entendía que si había pedido una licencia era porque no estaba bien, y que él estaba para apoyarlo en lo que necesitara. Manuel le agradeció, le dijo que hubiera preferido no irse en esa época del año porque sabía que había mucho trabajo, pero que en realidad era prioritario y que iba a tener que estar un mes más por fuera porque se iba a internar para un tratamiento y que entendía si debía tomar decisiones radicales porque su cargo era de mucha responsabilidad. Gutierrez le dijo que cómo se le ocurría, que primero estaba la salud, que se tomara el tiempo que necesitara. En realidad, fue muy comprensivo y eso le dijo el impulso para invitarlo a la novena, le dijo que le daría mucho gusto verlo y que le parecía la ocasión perfecta. Gutierrez le dijo que contara con él y entre chiste y chanza le preguntó que si podía ir con la novia o con la esposa y soltó la carcajada. Manuel le dijo: “¡Ah! ¿Pero es que estamos con novia?” Y Gutierrez le contestó muerto de risa: “Me extraña Manuelito! Pues claro, desde hace rato tengo la misma; no se puede cambiar con frecuencia porque empezar de ceros es muy complicado y tu sabes que no tengo mucho tiempo. De todos modos, sabes que estoy jodiendo, obviamente voy con mi esposa porque a ti te parece divertido, pero no creo que a Diana le pase lo mismo. Gracias por la invitación y nos vemos mañana puntualísimos.” Colgaron. Yo escuché todo porque Manuel lo tuvo en altavoz todo el tiempo. Los dos quedamos aterrados. Le pregunté a Manuel si él sabía que andaba con novia, me dijo Gutierrez es un viejo zorro, le encanta coquetear y si había sabido que de vez en cuando salía con viejas, pero pues no sabía que tenía novia “oficial”. Le dije: “¡Faltaría más que se apareciera acá con la moza!”.
Se nos estaba creciendo el número de invitados al tal evento, pero a mi me parecía perfecto. A excepción de Gutierrez, estaba contenta con todos los que iban a venir. El tema con él es que yo no podía dejar de pensar que talvez me había visto en ese sitio web y aunque no estuviera mi cara, me moría de la pena, pero después de todo lo que había pasado en los últimos días como que ya hasta eso me importaba un comino. No quería saber de nada que no tuviera que ver con la recuperación de mi familia y esa novena significaba mucho porque Dani estaba muy ilusionada, Mateo estaba más tranquilo después de haber ido a visitar a su amigo y Manuel poco a poco se estaba desprendiendo de sus miedos y estaba afrontando sus problemas con mucha valentía. Lo más importante: por primera vez en mucho tiempo estábamos todos muy entusiasmados trabajando en equipo para sacar un evento adelante. No recuerdo la última vez que organicé una novena en mi casa; no me gustaba hacer este tipo de cosas, me parecía super aburrido, así que vernos contentos creando un proyecto entre todos me daba mucha esperanza. Terminamos de organizar algunos detalles, tuvimos que salir a comprar algunas cosas de última hora como suele pasar, terminamos cansados pero felices de ver que todo estaba listo para la gran noche. Pasó el día, el Capi no apareció y yo estuve tan ocupada que no tuve tiempo ni de pensar en ese tema de la socia. Imaginé que al otro día todo quedaría resuelto.
Llegó el gran día. Por la mañana nos fuimos Daniela y yo para la peluquería, nos dejamos consentir, quedamos como unas princesas y volvimos a la casa. Almorzamos los cuatro. Mateo nos dijo que tenía otras ideas para los colegios, había hablado con Reyes y estaba feliz porque su mamá le había dicho que lo iba a cambiar también. Dani nos dio una lista de las fundaciones para decidir dónde donar el dinero. Manuel nos dijo que él también había encontrado una fundación que ayudaba a habitantes de la calle y que le gustaría que parte de ese dinero se fuera para allá. Daniela, que era la gerente general, estuvo de acuerdo y Mateo también. Quedamos en que una vez pasada la novena y las fiestas, iríamos todos a realizar las donaciones. Terminamos de acomodar todos los detalles, nos fuimos a cambiar, quedamos como unos pimpollos. Manuel nos reunió a todos en la sala antes de que empezaran a llegar los invitados y le habló a los niños. Les contó cuáles eran los planes, por qué debía internarse por un mes en una clínica. Le hizo mucho énfasis a Daniela en la importancia de afrontar los problemas de salud como es debido, obviamente lo estaba haciendo primero que todo por él, por su bienestar, pero, sin duda, la segunda razón igual de importante a la otra, eran sus hijos y su esposa. Les dijo que todo lo que había sucedido en este período le había mostrado lo que es relevante, lo que debe primar al interior de una familia y que talvez los últimos días, por más revolucionados que hubieran sido, le habían devuelto la fe y la seguridad de que estábamos a tiempo de recuperar todo el tiempo perdido y ser la familia que todos queríamos ser. Nos pidió perdón y nos prometió que iba a comprometerse de principio a fin con su tratamiento para recuperarse y empezar de ceros. Mateo fue el primero que lo abrazó, le dijo que lo amaba, que iba a ir a visitarlo y que se iba a ocupar de mi y de Daniela, y que nunca más se iba a meter en problemas. Fue un momento realmente conmovedor, yo me sentía al séptimo cielo; era como si de repente, estuviera conociendo a mis hijos, en lo que se habían convertido. Yo les dije que también me había equivocado, que había tomado decisiones muy equivocadas, que había puesto en primer lugar mi trabajo y que por eso había iniciado una terapia con una psicóloga para saber cómo enmendar mis errores; les recordé que ellos son lo más importante en mi vida y que yo también estaba lista para darlo todo por ellos. El timbre interrumpió el momento. Llegó Marcela.
Yo me puse un poco nerviosa, Manuel me miró de reojo, pero ella llegó super tranquila, sonriente como siempre. Ella y su hijo nos saludaron super efusivos. Inmediatamente me dijo que en qué me ayudaba, que todo estaba divino, pero que si había algo para hacer, le dije que no, que ya estaba todo listo. Nos sentamos en la sala. Me preguntó que cómo iban las cosas, que si había novedades, le conté de la socia, me dijo con mucha cara de sorpresa que cómo así, que eso qué era, pero de ahí en adelante el timbre no dio tregua. Llegaron mis papás, mis amigas, llegó Gutierrez con su esposa, Carla y su mamá, Mónica, la mamá de Reyes, en fin, llegaron todos. Daniela estaba feliz por el éxito de la convocatoria. El único que faltaba era el Capi. La verdad yo estaba tan contenta que se me olvidaba ese rollo. Mis papás extrañamente estaban muy sonrientes, mi mamá me dijo que todo estaba divino y delicioso, que quién me había decorado todo. Le dije que había sido Daniela y no lo podía creer. Fue, la felicitó, le dijo que le había quedado todo precioso, que la próxima vez la iba a contratar para sus eventos en la casa, mis amigas felices, había un ambiente realmente bonito. Nos cansamos de esperar al Capi para empezar a rezar así que decidimos dar inicio a la novena. Hasta eso lo tenía perfectamente sincronizado Daniela. Había asignado las oraciones, los gozos a cada invitado, por fin arrancamos con el Benignísimo Dios. Cuando estábamos en los gozos llegó el Capi. Se disculpó por el retardo, lo invitamos a que se sentara, Daniela inmediatamente lo puso a leer, terminamos de cantar y por fin nos relajamos para empezar la comilona. Esto era la feria del buñuelo, la natilla, torrejitas, quesitos, jamones, empanaditas, arepitas de huevo, pasabocas de unos de otros, vino, champaña, postres, dulces, lo que había era comida. Daniela y Mateo estaban dichosos de ver toda la gente tan contenta y se apersonaron de la atención de los invitados. Para mí, eso pagaba todo. Ver los ojos de mis hijos, sus rostros iluminados, llenos de ilusión, me hacía la mujer más feliz del mundo.
Todos se botaron a la mesa, bueno, es una forma de decir. Pero se abalanzaron y empezaron a comer. Ver esas caras de satisfacción, de alegría, de un momento para compartir me llenó los ojos de lágrimas. Marcela se me acercó, me dijo que todo estaba tan divino, que le parecía que era el reflejo que la energía que todos habíamos puesto en la recuperación de nuestra familia, que se sentía muy feliz por mi y que sabía que éste era el inicio de la vida que me merecía. Me quedé mirándola, no sé qué se apoderó de mi en ese momento y le dije: “Marce, ¿tú eres la socia de Vanessa?”. Ella me hizo un gesto de sorpresa y ya me iba a contestar cuando se acerca el Capi, me dice: “Diana, perdón la interrumpo, no pude comunicarme ayer con usted, estuve super ocupado, encima llegué tarde, mejor dicho, todo mal”. Le dije que no se preocupara, le presenté a Marcela, se dieron la mano, y en ese momento me dice que me debe un nombre y me dice que si quiere hablamos un momento en privado. Marcela me mira y me dice que si quiere vaya tranquila, que no me preocupe por ella. Me fui para el estudio con el Capi, mientras íbamos para allá le dije que le acababa de preguntar a Marcela que si era ella la socia de Vanessa y me dice: “No, Diana, ella no es. Acá le traje hasta la foto y no se parece para nada a su amiga, que por cierto está muy bonita. De pronto me muestra su celular y me aparece una mujer muy atractiva, me quedo mirándola y le digo: “¡Pero yo a ella la conozco!”. En ese momento entra Manuel, le digo que mire a la socia de Vanessa, él la mira, me dice: “Me parece conocida”. El Capi nos dice: “Pues miren, la información que tengo de esta mujer es bastante nutrida. Como se pueden dar cuenta, es una persona de buena familia, me parece que es arquitecta y se dedica a otros negocios diferentes de lo de Vanessa, pero tiene unos antecedentes como raros. Es medio loca esa vieja. Está separada, le quitaron sus hijos porque el ex marido logró demostrar que es una mujer inestable mentalmente y le dieron la custodia total a él. Por lo que pude averiguar es de las que contrata hackers. Es obsesiva, celosa y casi enloquece a una mujer que pensó que era la amante de su marido, terminó hasta en una clínica psiquiátrica. Cuando todo se descubrió su esposo la dejó. Parece que desde ahí se enloqueció el triple; no sé en qué circunstancias conoció a Vanessa, lo cierto es que fue ella quien le ofreció la plata para desarrollar la aplicación para hacer los matches con los empresarios y su blanco son mujeres de clase alta. Lo que pude entender es que es un deseo de venganza. Como su matrimonio se acabó ahora quisiera acabar con la paz de todos. Yo no terminaba de identificarla y Manuel tampoco; en algún momento pensamos que era alguien del club. En ese instante entra María Clara, se acerca, y nos dice: “Qué es lo que están chismoseando ahí?”. Se acerca, ve la foto y pega un grito: “ ¿Laura??? ¡Hp! ¡Hace rato no la veía! ¿No se acuerda de ella Diana? ¡Estudió con nosotras en el colegio! ¡Como está de cambiada! ¡Es como rarita esa vieja! ¿Y qué? ¿Cuál es el chisme?”. Claro, ahí la reconocí. Entra Juliana, y dice: “Muestre, ¿Cuál Laura?”. Apenas ve la foto y dice: “ ¡Mierda! ¡La ex de Andrés Santamaría! ¿Qué pasó con ella?”. El Capi se queda aterrado y dice: “Bueno, parece que es bien conocida la socia de Vanessa, no es raro entonces que no aparezca en ningún lado del sitio web, ni del negocio de la agencia”. María Clara y Juliana se miraban desconcertadas sin entender nada. Marcela también se había acercado, me miró, le dije con mis labios: “Perdóname”. Me miró como quien dice: “No te preocupes”. Cogí a mis queridas amigas, me las llevé para la sala, les dije que no pasaba nada con Laura, que después les contaba, pero que no era nada del otro mundo, que más bien fuéramos a brindar. Me acerqué a Marcela, le di las gracias eternas por estar conmigo, me disculpé por haber dudado de ella, me dijo que no pasaba nada, que me entendía. Me miró y me dijo: “A pesar de lo que te pase, de los momentos duros que lleguen a tu vida, de las desilusiones, de las traiciones, nunca olvides que siempre va a valer la pena volver a creer, no permitas que tu corazón se contamine de lo que no sirve y de lo que hace daño; no dejes que tu espíritu se endurezca porque, así como hay gente que te ha desilusionado, tú en algún momento también lo has hecho y todos, sin excepción, merecemos otra oportunidad”.
Fin.