Elsa: Me alegra que estén los dos así no tengo que andar repitiendo las cosas. Como saben, se acerca el cumpleaños de Carito entonces me parece que podemos hacerle una celebración acá en la casa. Le podemos hacer como unas onces o un spa para ella y sus amiguitas y pedirles una pizza o algo así. Acá estamos mejor porque hay más espacio y se puede decorar todo bien bonito. Ya hablé con Hugo y le pareció perfecta la idea, entonces Paula haga una listica de las niñas que quiere invitar, me avisa cuántas son para comprar las cositas y preparar todo. Es en quince días así que tenemos tiempo, pero tampoco tanto; hay que mandar las invitaciones ya para que la gente no se comprometa.

Paula y Fernando se miraron entre sí y ninguno de los dos podía creer que Elsa estuviera proponiendo fiestas y celebraciones después de lo que estaba pasando. Hubo un silencio incómodo y Elsa continuó.

Elsa: Bueno, pero por qué se quedan ahí mirando pa’l techo, digan algo. Sobre todo usted Paula, es su hija, reaccione. Hay que ponerse las pilas para comprar las cosas.

Paula: Es que no sé, quisiera preguntarle a ella primero. No sé qué quiere hacer; ella me había dicho que de pronto quería ir a comer pizza con su amiga Sara. Antes de organizarle cosas me parece importante saber qué quiere hacer ella.

Elsa: ¡Ahí está pintada! Usted es la mamá, ella es una niña y no se manda sola. Hay que enseñarle que hay reglas y que son los adultos los que deciden por ella. Lo mejor es hacerle lo que yo propongo acá en la casa con toda la familia. ¡Qué tal esas ideas! Dizque ir a comer pizza con la amiguita. ¿Y con quién más? ¿Usted y ya? ¿Y nosotros qué? ¿Es que estamos pintados en la pared? Ella es mi nieta y yo tengo derecho a compartir tiempo también. Ya que tengo que rogarle que la traiga, al menos déjeme celebrarle el cumpleaños. ¡Desconsiderada!

Paula: No, pero esto sí es la tapa de la olla. ¿Cómo puedes estar planeando fiestas y celebraciones? ¿Por qué actúas como si nada estuviera pasando, por Dios? Hugo me confirmó lo que hay entre ustedes dos. ¡Es que de verdad no tienen vergüenza! Yo no tengo ánimo de hacer ninguna cosa y mucho menos en esta casa.

Elsa: A ver, Paula. Aterrice y aprenda a priorizar los asuntos. Acá estamos hablando de su hija. Deje de pensar en cosas que son secundarias y no tienen importancia. Yo ya le había dicho que Hugo y yo siempre hemos tenido una relación cercana, pero eso no es nada. Además, porque fue usted la que decidió llevar su familia a donde llegó. Lo que hace Hugo por fuera de su casa es solo culpa suya, así que no le conviene ni siquiera hablar de ese tema porque todos van a saber la clase de esposa y madre que ha sido. Le ha faltado mucho pelo pa’l mono, Paula. Por andar pensando en estupideces y andar con pretensiones de la gran profesional. ¿Usted no se ha dado cuenta de que Hugo es la cabeza de ese hogar? El es el que ha molido duro toda la vida para mantenerlos y esa empresa en la que usted ahora dizque trabaja se la inventó él, todo lo ha hecho él, usted simplemente se ha dejado arrastrar y ahora viene ¿a qué? ¿A hacer reclamos? No sea descarada, Paula y más bien dedíquese a recuperar esa familia que tiene, que es lo único que le queda y deje de darse esos lujos de quedarse acostada en la cama una semana. No se invente enfermedades solo para hacerse la víctima. A los hombres no les gustan las mujeres flojas y menos en este momento. Levántese, arréglese y mire a ver qué va a hacer para que su marido no termine de aburrirse.

Paula: Mamá, de verdad no sé si es que usted no se escucha, pero no entiendo cómo alguien puede ser tan despiadado y cruel. No me cabe en la cabeza que tenga la sangre fría de hablarme de esa manera después de lo que hizo con mi marido. ¿De dónde le sale tanto cinismo, tanto descaro? ¿Qué fue lo que yo le hice para que me trate de esa manera? ¿De dónde salió usted? Probablemente no debió tener hijos jamás. Una persona como usted no debería traer seres humanos para tratarlos de esa manera. No sé qué me destruye más, si su traición o esa forma tan fría e inhumana con la que es capaz de tratar a su propia hija. Es probable que yo tenga algo de culpa en lo que ha pasado en mi relación con Hugo, ¿pero con usted? Quiero decirle que nadie en el mundo podría entender jamás lo que usted me hizo, no trate de hacerlo parecer como si fuera una cosa normal porque esto es lo más aberrante que le pueda pasar a una familia. Y no, no estoy inventando enfermedades. Es que yo soy una persona normal y tengo emociones, sufro cuando me traicionan, siento tristeza, dolor; no soy una indolente como usted o como Hugo. Parece que disfrutaran viéndome sufrir. Parece que les pareciera justo lo que me pasa, pero lo peor de todo es que me culpen. ¿Qué tengo que ver yo con sus decisiones? Lo único que he hecho toda mi vida es dedicarla a mi familia y para su información, ni siquiera sospechaba que algo pasara porque Hugo no hace sino alardear del amor que siente por mí, siempre me ha repetido hasta el cansancio que soy el amor de su vida, que me ama. ¿Cómo me voy a sentir culpable o cómo voy a sospechar que algo anda mal?

Elsa: ¡Ay por favor! Todos los hombres son así y dicen las mismas pendejadas. Bonita forma de amar la de su esposo que se va para la calle a buscar en otras lo que le falta en su casa. Porque quiero que sepa que no es la primera vez que él le es infiel y se moriría de la risa si supiera con cuántas y con quiénes ha estado porque las conoce y bastante bien. Pero claro, usted siga creyendo en cuentos infantiles y sobre todo, siga confiando en su papá que ahora se dedicó a ser el detective privado y anda tomando fotos de la gente sin autorización! ¡Qué bonito! Fernando, sí le mostró a su hijita Paulita las imágenes de lo que hacía Hugo en mi cuarto mientras me decía que era que ella no le daba lo que él necesitaba?

Fernando: (muy alterado) ¡Basta, Elsa! ¡Basta ya! ¿Qué es lo que le pasa? ¿A usted qué es lo que le corre por esa sangre? ¿Cuál es la ira que tiene con la vida que no hace sino hacer de todo para acabar con la vida de los demás? ¿Qué diablos fue lo que le pasó? ¿Por qué nunca se ha hecho responsable de sus traumas y de su locura y busca ayuda en lugar de estar diciéndole a los otros lo que tienen que hacer? ¿Qué diablos es lo que usted se cree? ¿Hasta cuándo cree que puede continuar pisoteando a la gente a su antojo? Es que no tiene límites, ni siquiera se respeta a usted misma. Una mujer superficial, fría, calculadora, ¡sin sentimientos! Eso es lo que es usted, una pobre desgraciada que quiere pasarles toda esa amargura a sus seres queridos. ¿Cómo se le ocurre tratar a su propia hija de esa manera? ¡Es que no la soporto, no la aguanto más!

En ese momento Fernando se lleva la mano hacia el pecho, se inclina y se desploma en el piso.

Paula: ¡¡¡Papá!!! ¿Qué te pasa? ¡Dios mío mamá! ¡¡¡Llame una ambulancia!!!