Margarita le contestó inmediatamente a Paula y le dijo que claro, que si quería la invitaba a almorzar. Paula aceptó.


En ese almuerzo se gestó lo que sería el plan inicial para emprender un nuevo camino sabiendo que no iba a ser fácil. Trazaron todos los pasos y casi que organizaron una agenda de actividades para poder ejecutar cada punto. Lo primero era hablar con Hugo calmadamente, decirle que si los dos se ponían la mano en el corazón debían reconocer que esa relación no iba para ningún lado, que ella estaba muy herida y que tratara de ponerse en sus zapatos. Por más de que intentara, por más de que pensara en la preservación de su hogar, no se sentía lista para perdonar tan fácil tantas infidelidades, sobre todo la de su mamá y que en ese momento ella no podía ni física ni mentalmente seguir adelante con el matrimonio. Que, por el bien de los hijos, lo mejor era que ella se quedara en la casa para no causar mayores traumatismos y que a pesar de estar tan herida no le diría nada a sus hijos. Simplemente les explicarían que a veces los matrimonios se agotan y llegan a un punto en el que es mejor tomar distancia.

Por otro lado, con respecto a la empresa, ella seguiría trabajando como lo había hecho hasta el momento y que, para ella, no era necesario modificar nada, teniendo en cuenta que era una empresa fundada por los dos que iban a heredar sus hijos. Tendrían que llegar a un acuerdo económico relacionado con la cuota alimentaria que él debería pasarles a sus hijos y eso lo podrían hacer a través de una abogada de familia que Margarita había contactado.

Paula había decidido alejarse de su mamá; no quería saber nada de ella, por lo menos por ahora. Esperaba que de pronto con el tiempo, la vida les diera la posibilidad de reconciliarse. Ella tenía atravesado en su alma y en su corazón que los padres son lo más importante, que hay que honrarlos y en el fondo, ella siempre estuvo esperando por parte de su madre alguna manifestación afectiva que le confirmara que la quería, que era importante para ella, que la admiraba, en fin, alguna palabra de cariño, algo que le confirmara que ella también podía tener una mamá que le diera su lugar y la valorara. Paula había pasado la vida entera buscando la aprobación de Elsa y soñaba con el momento en el que su mamá reconociera que había sido muy dura con ella, pero que eso no tenía nada qué ver con el amor que sentía por su hija. Por eso el dolor que se apoderaba de ella era infinito, se rehusaba a pensar que Elsa la odiara al punto de haberse metido con su esposo y eso la tenía despedazada. Había decidido que lo mejor sería alejarse y esperar a ver si el tiempo podía curar las heridas.

Aunque estaba determinada a dar el paso, le temblaban el alma y las piernas de pensar en la respuesta de Hugo. Después de haber analizado cada palabra, cada coma y cada punto, Paula se armó de valor y se fue para su casa decidida a tener esa conversación.

Esperó a que llegara en la noche y le dijo que tenían que hablar. Hugo aceptó con buena actitud y se sentaron en la sala. Con la voz trepidante y tratando de recordar el guión que había preparado con su prima, empezó un monólogo en el que le expuso a Hugo punto por punto lo que había decidido. Hugo la dejó hablar, no la interrumpió ni una sola vez y escuchó con toda la atención el discurso de su esposa. Paula cada vez iba cogiendo más coraje. Ver a su esposo con esa disposición y esa actitud la llenaba de fuerza y pensaba que de pronto por primera vez él iba a entenderla e iba a aceptar sus errores y se daría cuenta de que las propuestas de Paula eran sensatas, y que había muchas razones para seguir adelante con sus vidas separadas.

Cuando prácticamente Paula había terminado su discurso, entró a la casa Santiago. Llevaba varios días muy achicopalado, casi no comía, no quería sentarse con su familia, ni compartir nada de su vida universitaria. Era lógico que lo que lo tenía con ese estado de ánimo era la ruptura con la mujer con la que tenía esa relación. Cuando Santiago vio a sus papás en la sala, los saludó y les preguntó si estaba pasando algo; Hugo le dijo que no, que simplemente estaban hablando de algunos temas importantes. Le preguntó que si ya había comido, que cómo le había ido en la universidad. Santiago respondió que ya había comido y que entonces iba a aprovechar para decirles algo que había estado pensando en los últimos días y se sentó.

Santiago: Bueno, es que a pesar de que me está yendo bien en la universidad, he pensado que me gustaría cambiarme de carrera y lo que quiero estudiar implica que deba cambiar de institución también.

Hugo: ¡Wow! Hijo, pero ¿cómo así? ¿De dónde te salió esa idea si tú siempre quisiste estudiar arquitectura, por qué ese cambio tan repentino? ¿Pasó algo?

Santiago: No sé, no me siento bien en esa universidad, y la carrera me tiene pensando. A veces no le veo tanta proyección. Estoy aburrido.

Mientras escuchaba la conversación entre padre e hijo, Paula pensaba que era increíble lo que podía causar un desamor. Cómo poder explicarle a Santiago que esa decisión que estaba tomando estaba basada en una emoción que en algún momento iba a desaparecer y que uno no podía dejarse llevar por un rompimiento para darle un curso tan drástico a la vida, y menos él, que apenas estaba empezando. Sin embargo, sentía que no podía decir nada porque ella también estaba dándole un giro de 180 grados a su vida y la motivación también estaba relacionada con las emociones. Claro, no había punto de comparación, pero por un lado, no podía entrar en competencia con su propio hijo para medir quién sufría más y si el dolor de uno era más importante o más fuerte que el del otro, y por otra parte, Santiago nunca había compartido lo que había sucedido con esa mujer, se suponía que ellos no sabían nada, en consecuencia, no podía ni siquiera mencionar el tema.

Hugo: Santi, te propongo algo: si quieres vemos con calma tus razones este fin de semana. De hecho, ahora estoy trabajando en un proyecto que me gustaría que vieras y quisiera explicarte algunas cosas para saber tu punto de vista. Con la cabeza fría y con un poco más de tranquilidad podemos ver las opciones y verás que todo tiene solución. ¿Te parece?

Santiago: Está bien, papá. Hablemos este fin de semana.

Santiago cogió sus cosas y se fue para su cuarto. Hugo botó un suspiro, se tomó la cabeza con las manos, miró a Paula y le dijo:

Hugo: Bueno, ¿Estás lista para mi respuesta a tu propuesta?