Ni la propia Paula sabía lo que le esperaba en los días siguientes. Esas batallas de las que le había hablado su prima, todo eso que debía enfrentar no se parecía a nada de lo que fue encontrando con los días. Por un lado, Hugo seguía en una actitud que la desconcertaba. La mayoría del tiempo actuaba como si nada hubiera pasado, como si lo que se había descubierto fuera simplemente un desliz, algo absolutamente superficial que podía pasar en cualquier relación y sin duda, lo que para él era lo importante era seguir unidos como familia recordándole una y otra vez que ella siempre había sido el amor de su vida, que la amaba y que no valía la pena detenerse en un incidente tan banal como el que se había atravesado en sus vidas.

Había otros días en los que cuando Paula le insinuaba que ella no quería continuar viviendo con él, Hugo se transformaba en el más perverso de los hombres y la amenazaba diciéndole que no iba a permitir ni que le quitara su casa, sus hijos y la empresa que él había creado, y que se encargaría de quitarle todo. Era en esas ocasiones cuando le recalcaba su responsabilidad como mujer, mamá y esposa y todos los errores que había cometido durante ese proceso y que si insistía en separarse no le iban a alcanzar los días para arrepentirse porque él no se la iba a poner fácil. Todo lo contrario, se iba a encargar de dejarla sin nada para que confirmara que ella sin él no era nadie, que no iba a ser capaz nunca de reponerse, de conseguir un trabajo, de mantener una casa y mucho menos de vivir con sus hijos. Le murmuraba con una mirada profunda que se había convertido en una mujer apocada, fea, sin aspiraciones, sin capacidades profesionales que nunca se había preocupado por actualizarse y por mantener un buen nivel como lo exigía el mercado y que como esposa y como mamá había fracasado porque sus hijos nunca le perdonarían que quisiera despedazar la familia que con tanto esfuerzo habían construido.

Pero no solo tuvo que lidiar con esos cambios de Hugo que la desestabilizaban tanto. Cuando decidió acercarse a una Comisaria de Familia, lo que encontró fue un mar de cuestionamientos y una invitación a una lucha insana por mantener su hogar. En lugar de empoderarla, de proporcionarle herramientas e instrumentos para que lograra salirse de esa relación malsana y dañina, se vio de frente a unas personas, irónicamente mujeres, que le decían que tal vez no valía la pena emprender un camino judicial que no se sabía la iba a favorecer y que era mejor pensar en el bienestar y la estabilidad de los hijos. Le manifestaron una y otra vez que los hombres se dejan llevar por los impulsos, pero que si él hubiera querido dejarla hace rato lo hubiera hecho y que si continuaba a su lado era porque la quería y su familia era lo más importante. Le aconsejaron pasar la página, a lo mejor emprender alguna terapia de pareja y perseverar porque eran muchos los casos de mujeres que se iban de su hogar y después se arrepentían porque no les tocaba fácil. No conseguían trabajo, o si lo encontraban no les alcanzaba para cubrir todos los gastos de la casa y de los hijos, y que el mal que les hacían a los niños era casi irreparable. De hecho, le contaban que muchas de estas mujeres regresaban con su esposo cuando todavía estaban dispuestos a recibirlas porque algunos después ya no querían regresar o habían encontrado otra mujer.

Cuando Paula decidió confrontar a Hugo y contarle en lo que andaba su hijo Santiago con esa mujer con la que él también tuvo una aventura, él se limitó a decir que era normal. Que a los hombres les gusta explorar y que se alegraba de que su hijo tuviera las ‘huevas’ para meterse con una mujer madura, y que lo que él había tenido con esa mujer era irrelevante; que si él buscaba cosas por fuera de su hogar era porque ella no le daba la atención necesaria, ni se comportaba como la esposa que quiere mantener contento a su esposo. Le recriminó por haberle exigido a la mujer que terminara con Santiago porque fueron muchos días en los que ese pobre muchacho casi que ni comía porque la mujer lo había dejado, y que si eso no le reafirmaba lo mala madre que era, que entonces de verdad era que tenía más de un tornillo suelto porque ninguna mamá le haría algo así a su propio hijo.

Paula no podía creer nada de las cosas que le estaban sucediendo. Ni hablar de su madre y de su hermana quienes le recriminaron el hecho de que le hubiera contado a la tía Constanza lo que había pasado entre Hugo y Elsa. Le dijeron que definitivamente estaba loca, que cómo se le ocurría haber hecho una cosa de esas. Hablar de temas tan delicados con la familia para armar un alboroto absolutamente innecesario en donde la que quedaba más mal era ella. Elsa le dijo que cuando la tía Constanza le preguntó por el tema, ella no tuvo más remedio que contar la verdad, o sea, lo mala esposa y madre que había sido Paula para que todos supieran por qué Hugo se comportaba de esa manera por fuera de la casa. Que ella estaba era de psiquiatra, que nadie la iba a respetar y que en lugar de andar regando chismes por todas partes, hiciera algo para recuperar a ese hombre.

Paula sentía que no iba a ser capaz con semejante carga. De un momento a otro sentía que se le cerraba cualquier posibilidad de liberarse de esa relación y se negaba a pensar que tuviera que permanecer sometida en un ambiente tan hostil e injusto. Hacia donde miraba parecía que no hubiese escapatoria, sobre todo se sentía sola. Con la única persona con la que contaba era con su prima, porque, aunque su papá le mostraba su apoyo eran pocas, por no decir nulas, las acciones que él podía ejecutar en la práctica para ser un verdadero soporte. Margarita, por su lado, se encargó de conseguir un abogado que la ayudara a salir de esa casa o al menos de encontrar un modo de reiniciar su vida. En cada consulta Paula lo único que veía eran documentos imposibles de conseguir, procedimientos eternos y de alto costo, mucho tiempo y nada seguro. Eso la destruía, la consumía cada vez más, se sentía débil y había muchos momentos en los que ponía en duda la mujer que era. Efectivamente las palabras de su esposo, de su madre y de su hermana tenían un impacto en ella y llegaban momentos en los que ella sentía que era una inútil, que había dejado desmoronar su hogar, que no había servido como esposa, ni como madre, ni como profesional y que todo lo que había construido había sido gracias a Hugo y que sin él no iba a poder continuar. Muchas veces llegó a pensar que lo mejor era rendirse y seguir en ahí, al final era lo que conocía y de pronto con el tiempo iba a poder reconquistar a su marido.

Paula pasaba de la desolación al impulso de empacar sus cosas y dar el paso. Margarita le había ofrecido varias veces su casa para que se fuera unos días y empezara a organizar un plan para empezar con su nueva vida. En una de esas mañanas en las que la luz del sol la llenaban de vigor, se levantó segura de querer dar el salto. Se bañó, se arregló, se miró en el espejo, sonrió, cogió las llaves de su carro y salió de su casa.

Mensaje para Margarita:

Quiubo, estoy lista para salir de esta vida tan horrible. ¿Tiene tiempo?