Paula: Si, claro. Te escucho.

Hugo: Bueno, Paula. Primero, quiero decirte, o mejor, quiero repetirte que tú eres el amor de mi vida, eres la mujer de la que me enamoré, la que elegí para formar una familia y nunca he dudado de mis sentimientos hacia ti. Eso es algo que siempre ha estado muy claro. Tenemos tres hijos hermosos, de los que me siento profundamente orgulloso y éste es el hogar que siempre quise para ellos. Sabemos bien que mantener un matrimonio no es fácil; yo me comprometí desde el día uno contigo para ser el proveedor de esta casa, para estar pendiente de todo lo que se necesitara, y no solo de nuestra familia nuclear, también de la familia entera. Como sabes, me he preocupado siempre por el bienestar de todos y he procurado aportar lo que esté a mi alcance para que haya armonía. Trabajo como un negro; nunca he dejado de hacerlo porque sé que esa es la fuente principal de nuestros ingresos y entre más crecen los hijos, más responsabilidades y gastos hay. Eso creo que lo sabes muy bien. Las universidades cuestan, el colegio de Caro, los materiales, las fotocopias, la ropa, la alimentación, etc. Cuando decidí crear la empresa en la que tú trabajas ahora fue con el fin de proyectar nuestra independencia y poder tener algo propio en lugar de estar trabajándole a otros. No podrás poner en duda que fui yo el que levanté esa empresa desde el inicio y el que ha hecho una labor comercial importante gracias a mis contactos, a mi experiencia y a mi talento. Tú has aportado hasta donde puedes porque lamentablemente no te preocupaste por estar al día con respecto a las novedades y a los retos del sector. Básicamente haces lo que yo te digo que tienes que hacer; seamos sinceros, lo que tú haces lo hace una secretaria de medio pelo cualquiera. Después de escuchar tu fabuloso discurso me di cuenta de varias cosas; la más importante: al momento de enfrentarnos a una crisis, decidiste abandonarlo todo y ahora resulta que no quieres luchar. Los hombres somos hombres; eso es algo que deberías saber, pero parece que ni eso eres capaz de encuadrar en tu minúsculo cerebro. Entonces yo que soy un hombre pensante te explico: los hombres tenemos necesidades y a veces botamos toda esa energía que es inherente a nuestro género porque debemos hacerlo. Eso no significa que no queremos a nuestra familia o que queremos divorciarnos, o quién sabe cuántas historias más. No, Paula. Nosotros simplemente vamos a descargar nuestra energía en otro lado y adiós pues. Tú no quisiste entender. No puedo, ni creo que deba hacerlo, disculparme por cosas que uno, son normales para nosotros los hombres, y dos, por decisiones que yo tuve que tomar porque tu fuiste incapaz de satisfacerme en muchísimas ocasiones. Es decir, fallaste como esposa.

Ahora, con respecto a nuestros hijos. Santiago resulta que quiere cambiarse de carrera porque la noviecita le terminó. ¿Y por qué? Porque tú con tus grandes ideas, te las diste de la mamá sobreprotectora, te metiste en su vida privada, fuiste a armar un escándalo y todo ¿para qué? Para que tu hijo ahora se sienta de mierda y piense que su carrera no sirve y que quiere cambiar hasta de universidad porque seguramente no soporta verle la cara a esa pobre estúpida que lo único que estaba haciendo era convirtiéndolo en un hombrecito. Así es que uno aprende. El iba a conocer después otra niñita de su edad, se iba a enamorar y esa cucha iba a pasar al olvido. Pero no. La señora Paula se fue de metida y ahora estamos en otro problema más gracias a tu ‘acertada’ intervención. Si esa es la forma en la que tú gestionas los asuntos de tus hijos, déjame decirte que fallaste como madre también. No estás en condiciones ni mentales, ni físicas, ni mucho menos económicas para afrontar la responsabilidad de tres hijos con tantas necesidades. Eso evidentemente también te quedó grande. Lina anda en lo suyo, tú tampoco te preocupas por ella; y al final creo que sea mejor así porque con esa forma de manejar las situaciones has dado muestras de que no tienes ni idea de cómo se deben criar a los hijos. Carolina todavía es relativamente pequeña, sería el colmo que no alcanzaras con ella.

No hablemos de la relación con tu familia, me refiero a tu mamá, a tu hermana y a tu papá. Te crees la mejor hija porque estás pendiente de Fernando y lo tratas como si fuera un lisiado. No te das cuenta de que al consentir esa actitud de él, has obligado a tu mamá a vivir en un contexto que no es el más sano para ella. Si dos personas se separan lo lógico es que vivan aparte, pero no, tu papá sigue ahí pegado a Elsa impidiéndole hacer su vida como ella quisiera. Es lógico que se sienta limitada, es obvio que se sienta muchas veces triste y aburrida y que busque consuelo en las personas que hemos estado siempre disponibles para ella. Tú te dedicaste a criticar a tu mamá, a menospreciarla, a juzgarla, nunca te preocupaste por acercarte a ella como lo haría una verdadera hija, como lo hace Rossana, a quien no bajas de inútil, mantenida, y no sé qué más cosas, pero mira tú, tiene un hogar bonito, Fabio se muere por ella, hace todo lo que le pide y está dedicada a criar a esos hijos con toda la dedicación y responsabilidad.

 Así que no, Paula. Me da mucha pena decirte esto, pero tú no puedes pretender que yo me vaya, te deje la casa, la empresa, mis hijos, y me vaya a buscar a dónde vivir. No soy yo el que está tomando esta decisión porque te dije de mil formas que lo intentáramos y siguiéramos adelante, pero ahora tú te quieres hacer la víctima, la sufrida, la pobrecita y te digo algo, no hay una cosa más fastidiosa que ver a una mujer en ese plan.

Entonces para concluir, no Paula. Si tu has decidido separarte de mí, te vas de esta casa y te vas sin mis hijos y sin mi empresa. No te voy a premiar porque sencillamente no te lo mereces. Yo me he roto la mula por esta familia como para que ahora tenga que ser yo el que salga con el culo entre las patas. No tengo tiempo para eso. Si te quieres ir, vete, pero ya sabes cómo te vas. Y por si acaso, es mi última palabra. No quiero saber más de este tema, no quiero más monólogos de mujer fracasada y apocada. Me da fastidio verte así. Siento mucho que hayas llegado a este punto, que no hayas sabido valorarte, ni darte un lugar en este mundo, pero es qu. de eso tampoco me podía ocupar. Lárgate si quieres, pero a mi déjame en paz con tus lloriqueos y tus propuestas inviables y ridículas.

Hugo se levantó de la mesa y dejó a Paula sola sentada en el sofá con los ojos llenos de lágrimas. Aunque las palabras de su esposo le habían hecho daño, no estaba tan sorprendida. Sabía que esperar algo bueno de él era prácticamente imposible. Se secó las lágrimas y cuando se estaba levantando del sofá, pasó Hugo y le dijo que iba a salir porque estar en esa casa se estaba convirtiendo en un suplicio.

Paula ni lo miró. Se fue para la cocina, se tomó un vaso de agua y llamó a Santiago y a Lina. Les dijo que tenía una cosa importante para decirles y que vinieran inmediatamente.