La mujer se quedó muda miró fijamente a Paula y no supo qué decir.

Mujer: ¿Cómo? ¿Quién es usted? Creo que se confundió de persona.

Paula: Yo soy la mamá de Santiago y no, me confundí. Usted estaba con mi hijo en un motel. Necesito que me explique quién es y qué es lo que tiene con él.

Mujer: No, no. Yo no tengo nada qué decir; le repito, creo que está confundida. Yo no conozco a ningún Santiago. No sé de qué me habla.

Margarita: O nos explica ya mismo qué está pasando o me voy en este instante y le cuento a su esposo y a su hijo que la están esperando al frente de la heladería que viene de un motel de la Caracas.

La mujer se pone muy nerviosa, se lleva las manos a la cabeza, no sabe qué hacer y empieza a temblar.

Paula: Cálmese y póngase en mi lugar. Soy una mamá preocupada por su hijo. Quiero saber en qué anda Santiago y es obvio que tiene un romance con usted. Solo le pido que me cuente.

Mujer: Bueno, pero es que ahora no puedo. Estoy con mi familia, se van a preocupar si no regreso. Se supone que venía al baño y no me puedo desaparecer, así como así.

Paula: Perfecto. Entonces regresamos juntas donde su esposo, le dice que somos amigas del colegio, de la universidad, del trabajo, del club de lectura, de las tejedoras, de lo que quiera y que va a hablar con nosotras una cosita y ya.

La mujer al ver la determinación de Paula no le queda más remedio que acceder y se devuelven juntas a la mesa. Cuando llega ella las presenta como un par de amigas del colegio que no veía hace mucho rato y que van a actualizarse un momentico. El esposo le dice que claro y se va con el niño a dar una vuelta. Quedan las tres mujeres en la mesa.

Paula: Bueno, la escucho. Usted debe tener 20 años más que mi hijo y está casada. ¿En qué está pensando? ¿De dónde lo conoce?

Mujer: Mire, no me siento orgullosa de esto que está pasando y quiero que sepa que no quiero hacerle daño a Santiago. Yo he tratado muchas veces de alejarme, pero él insiste y yo vuelvo a ceder. Yo trabajo en la universidad en la parte administrativa de la facultad. Usted sabe que los alumnos tienen que ir frecuentemente a hacer vueltas de notas, de papeles, de lo que sea y bueno, ahí empezamos a hablar. El siempre ha sido muy gentil, desde siempre me pareció un muchacho muy simpático, me hacía reír. Un día nos encontramos en la cafetería, él se sentó conmigo y me pidió mi celular. Ahí empezamos a escribirnos y de un momento a otro resultamos coqueteando. No sé a qué hora pasó todo eso. El sabe que yo tengo un hijo y desde hace un tiempo le dije que estoy mal con mi esposo. No sé ni por qué. Santiago me empezó a contar muchas cosas que pasan en su familia, y me dio la impresión de que se sentía solo. Me dijo que con el único que se siente en confianza es con su papá, y me contó algo que no sé si será verdad, pero me dijo que él sospechaba que su padre tenía una relación con su abuela. La parte que más me aterró de eso es que a él no le parece tan raro. Me dijo que alguna vez le había preguntado a su papá y que él le había dicho que con los años se iba a dar cuenta que no había nada mejor que las mujeres maduras. Que para un hombre lo mejor era tener una mujer hecha y derecha, determinada y no andar pendejeando con niñas de su edad. Y le explicó que él desde siempre había tenido una relación muy estrecha con la abuela, porque si entendí bien, son primos hermanos. Por más extraña que pudiera resultar esa historia, hasta yo la sentí medianamente normal porque Santiago lo cuenta con mucha naturalidad. Para él es una cosa aceptable que su papá tenga ese grado de confianza con su abuela. Sin embargo, yo le dije que pensara en su mamá, que seguro para ella no debería ser una cosa tan lógica y sobre todo, que traición es traición. Santiago me dijo que su papá no le había confirmado que había una relación sentimental, simplemente que eran muy unidos y que su mamá tenía una buena relación con su papá. Pero lo que le quiero explicar es que él ve a su papá como un ídolo, lo admira un montón y siempre habla de sus logros, de lo que hace, de lo que le dice, en fin. Es como una adoración. Me parece que se le quedaron grabadas esas palabras de las mujeres maduras y de pronto él empezó a desarrollar unos sentimientos hacia mí bastante especiales y muy fuertes. Yo al principio me negaba a creer que algo así me pasara y menos que pudiera caer, pero caí. Santiago es un hombre muy especial y creo que me enamoré yo también. Por más que he intentado alejarme varias veces, al final vuelvo y caigo. Señora, le pido que me perdone, yo no quiero causar ningún problema y créame que la entiendo. Yo también soy mamá y para mi también sería una situación muy complicada si eso llegara a pasar con mi hijo, pero acá no hay malas intenciones, sencillamente las cosas pasaron y se fueron dando así.

Paula: ¿Y cuáles son sus expectativas? ¿Qué es lo que usted cree que va a pasar con esto? ¿Se va a separar de su esposo y va a hacer una vida al lado de Santiago que apenas está empezando una carrera? ¿Lo va a mantener? ¿Le va a pagar la universidad y va a seguir con la responsabilidad de su hijo? ¿Sumado al dolor que le va a causar a su esposo?

Mujer: Tiene razón. Yo no me voy a separar. Tengo un esposo muy especial y es excelente papá y no, no tengo intenciones de destruir mi familia.

Paula: ¡Ah! Pero si tiene intenciones de destrozarle el corazón a Santiago, porque sabiendo eso, le miente y le dice que tiene problemas con su marido. ¿Pero se da cuenta de la persona que es? Mire, yo no me quiero alargar con esto y voy a ser muy directa. Si usted no termina esa relación con Santiago mañana mismo, no solo voy a ir a la universidad y voy a armar un escándalo lo cual le va a costar su puesto, sino que le voy a contar todo a su marido. Mucho cuidado con decirle a Santiago de este encuentro porque si lo hace cumplo con mi palabra y de eso me voy a enterar. Hay que ser muy egoísta en la vida para tener a un muchachito de 20 años metido en la cama solo para pasar rico. No sea tan descarada y ubíquese en la vida. No destruya a las familias de esa manera solo por un capricho. Ya quedó advertida. Espero que ésta sea la última vez que nos tengamos que ver las caras. Santiago va a superar este despecho, pero usted nunca superaría el daño que le puedo hacer si no cumple con lo que le estoy pidiendo. Hasta nunca señora, si es que así se le puede llamar.

Margarita y Paula se levantan de la mesa y se van a paso ligero hasta el parqueadero sin pronunciar una sola palabra. Apenas entran en el carro se miran y no saben si reír o llorar.

Paula: Margarita, estoy temblando. ¿Será que esa vieja si le va a dejar en paz a Santiago? ¿Soné convincente?

Margarita: ¡Muy! Quedé aterrada, Paula. Nunca la había visto así de determinada. Es que los hijos hacen que uno se transforme en un león feroz si tiene que hacerlo. Imposible que después de lo que le dijo no termine esa relación. ¿Pero esa vieja está loca?

Paula: ¿Margarita, sabe que a mi esa vieja me parece conocida? ¿No sé, a usted no le pareció familiar? Desde el primer momento en que la tuve al frente me pareció que la había visto en alguna parte.

Margarita: No, yo nunca la había visto. ¿Que parece familiar? Pues sí, parece que perteneciera a esta familia porque está loca y media, no mentira. Hablando en serio, no tengo esa sensación. Es decir, la primera vez que la vi fue con Santiago, pero no creo haberla visto antes. ¿Está segura? ¿No será que se le parece a alguien?

Paula: ¡Ay! Definitivamente ya no sé nada. Creo que no puedo con tanto. Estoy todavía tratando de asimilar esa situación con mi mamá y con Hugo, y ahora resulta que Santiago está involucrado con una vieja que podría ser la mamá, pero ¿qué es esto? ¿Todo me tiene que pasar a mí y al mismo tiempo? En realidad, la llamé porque lo que le quería decir es que estoy dispuesta a buscar asesoría, yo no me puedo quedar en esa casa aguantándome semejante humillación. No soporto a mi mamá actuando como si nada pasara y ni hablemos de Hugo que es un cínico.

Margarita: Pues me parece perfecto. ¿Quiere que le ayude a buscar un abogado?

Paula: Pues es que me puse a ver unos videos y me enteré de esas comisarías de familia. ¿No será que ahí me pueden ayudar?

Margarita: No tengo ni idea, pero averigüemos, yo la acompaño. Si quiere miramos ahora en mi oficina cuando lleguemos.

Paula: No, ya le quité mucho tiempo. Vaya trabaje las pocas horas que le quedan del día y yo me voy a hacer unas vueltas que tengo pendientes. Mientras tanto vamos averiguando lo de la comisaría porque quiero ir cuanto antes.

Margarita: Bueno. Paula, no le vaya a decir nada a Santiago. Usted actúe normal. Si esa vieja le cuenta que se vio con usted, tenga la plena seguridad de que él se lo va a decir porque cuando uno está enamorado hace pendejadas y se enfrenta a quien sea. Seguro le hace el reclamo, entonces déjelo. Si en cambio solo le termina, también se va a dar cuenta porque va a estar vuelto mierda. Va a ser duro, pero acuérdese que eso se le pasa. Lo más impresionante de todo es que Hugo en cierto modo, ha querido normalizar ese tipo de relaciones y le habla al hijo como si fuera una cosa absolutamente aceptada. Eso no está bien.

Paula: ¡No, pues qué tal! ¡Lo que faltaba! ¡Ese desgraciado diciéndole esas cosas a mi hijo! Es que es de no creer.

Las primas continuaron la conversación mientras llegaban a la zona donde estaba la oficina de Margarita y donde Paula había dejado su carro. Ya se estaban despidiendo, Paula se iba a bajar del carro y de pronto se voltea y mira fijamente a Margarita.

Paula: ¡Puta vida! ¡Ya sé quién es esa vieja! ¡No puede ser!