Paula: ¿Tú estás dispuesto a perdonar, Hugo? ¿En serio me estás diciendo esto?

Hugo: Pero a ver, Paula. Es que acaso crees que eres perfecta, ¿que no cometes errores? ¿Que la responsabilidad de sacar adelante una familia recae en una sola persona? Es más, te voy a decir una cosa. Puede ser que me haya equivocado por una cana al aire, pero yo lo único que he hecho es cumplir con mis responsabilidades desde que nos casamos. Soy un papá presente, me atrevo a decir que conozco a mis hijos mucho mejor que tú; sé en qué andan, conozco a sus amigos, sé qué les gusta, qué no; siempre he cumplido económicamente porque además tengo la capacidad para hacerlo. Nunca ha faltado nada en esta casa; siempre he traído la comida, he cumplido con el pago de recibos, impuestos y demás compromisos financieros. Trabajo como una mula y no he hecho otra cosa que amarte, Paula. ¿Entonces? Si tú eres la que pasa más tiempo en la casa porque dizque trabajas desde acá, ¿cómo es posible que hayas permitido que este hogar se viniera al piso? Eso era lo único que tenías que hacer: tratar de mantener la armonía, procurar el bienestar y la paz en esta casa, tenerla al día, criar los hijos, y ¿ni eso fuiste capaz de hacer? ¿Y ahora quieres voltear las cosas y hacerme sentir que soy el que destruyó esta familia? ¿Pero quién va a creer algo semejante? ¿De dónde puedes sacar tanta fantasía por favor? ¿Quién le va a dar crédito a tus palabras si hasta tu propia madre y tu hermana piensan que necesitas ir a un psiquiatra? No tienes a nadie de tu lado. ¿Margarita? ¿Una vieja traumatizada que no ha podido superar la muerte de su hijo y se dedicó a vivir la vida loca? ¡Por favor! Aterriza Paulita. Yo sé que tú sabes que yo te amo, que tú has sido la mujer de mi vida, es que, si no fuera así, no crees que te hubiera dejado hace siglos? Si yo hubiera querido, me hubiera largado hace rato, pero no lo he hecho porque yo sí tengo claro cuáles son mis prioridades, yo si sé cuál es el significado de hogar, de familia, yo no tengo dudas con respecto a mis sentimientos hacia ti, yo sí estoy estable mentalmente, no tengo que ir a ningún psiquiatra, ni a ningún psicólogo porque estoy bien. Te das cuenta Paula, eres tú la que en esta historia tiene la de perder.

Paula: No tengo ganas de hablar más. No quiero ni pensar, me gustaría dormirme y al despertar darme cuenta de que todo esto ha sido una pesadilla.

Hugo la miró, sonrió y se fue para el baño. Paula se quedó en la cama con los ojos cerrados como si de esa forma lograra borrar todo lo que el estaba pasando. No tenía ganas de nada, no quería hablar con nadie, no quería saber de nadie. Recibió un mensaje de Margarita preguntándole cómo se sentía, si necesitaba algo; ella le respondió con un ‘Estoy muy cansada, mañana la llamo’. Se levantó de la cama y se fue para la cocina por un vaso con agua; cuando iba pasando por el frente del cuarto de su hijo Santiago se dio cuenta que estaba hablando por teléfono con alguien a quien le decía: ‘Claro que te he pensado, es que hoy estuve estudiando, pero ya mañana nos vemos y el otro fin de semana salimos seguro; vamos al hotel de una’.

Paula sonrió y siguió para la cocina. Pensaba que no se había equivocado y que su hijo efectivamente estaba saliendo con alguien. Entendió que no quería contar nada y por lo del hotel pensó que la cosa iba en serio, o al menos era intensa. Estaba tratando de pensar cómo podría preguntarle de quién se trataba. Esperaba que se abriera con ella y que le contara en qué andaba, pero le daba miedo espantarlo. Olvidó por un instante las palabras de Hugo y en cierto sentido la animaba el hecho de que su hijo estuviera enamorado. Claro, no es que siempre todo sale bien, pero si era correspondido y estaba con una niña que lo supiera valorar podía ser una linda experiencia. De repente sintió mucha curiosidad. Pensó que tal vez se trataba de su amiga con la que siempre estudiaba, pero de pronto era otra persona y quería saber cómo era, le gustaría hablar con ella, ver cómo lo trata, en fin, afloró en ella un interés legitimo y solo deseaba que su hijo estuviera contento y que disfrutara de esos primeros amores que son tan especiales.

Cuando estaba en la cocina llegó Santiago. Ella se quedó mirándolo y le preguntó que si quería algo, que si tenía hambre ella le podía preparar un sanduche o algo rápido. El hizo un gesto particular como dudando, pero al final aceptó. Efectivamente había ido a buscar algo de comer y si la mamá le quería preparar algo, no se iba a negar. De manera espontánea salió un tema de conversación.

Santiago: ¿Y entonces ya dejaron de pelear con mi papá?

Paula: Si, mi amor. Tú sabes que en las parejas estas cosas pasan, es normal tener discusiones de vez en cuando, pero la vida sigue. Así es.

Santiago: Si, claro, pero es raro verte así, mami. Ahora te la pasas llorando. Es muy harto verte así a toda hora.

Paula: Tienes razón, hijo. No han sido días fáciles para mí, he estado un poco sensible, pero ya todo va a pasar, te prometo que voy a dejar de llorar.

Santiago: Mi papá dice que necesitas ayuda. ¿Has pensado ir a un psicólogo o algo así?

Paula: ¡Ah! ¿Eso dice tu papá? Si, la verdad es que todos deberíamos ir donde un psicólogo de vez en cuando. La vida no es fácil para nadie y hay muchas cosas de nosotros mismos que no entendemos. Las terapias no son para los locos. Las terapias son para todos porque el objetivo es ser mejor personas, ¿no?

Santiago: No sé, mami. Tal vez deberías hacerle caso a mi papá. A él le toca muy duro y tener que pensar también en tu tristeza es complicado.

Paula: Si, sí, claro. Voy a buscar un psicólogo. ¿Pero tu cómo estás? ¿Todo bien? ¿Las clases? ¿Amigas especiales?

Santiago: jajaja amigas especiales? ¿De dónde sacas eso? Yo estoy bien, las clases bien y no hay nada nuevo en mi vida como para contar.

Paula: ¿Oye, y tú vas mucho a ese hotel donde nos encontramos? ¿Donde tu amigo Camilo nos dijo que hay un bar muy conocido en el último piso? Deberíamos ir un día de estos.

Santiago: Qué va, mami. Eso es un sitio para gente joven y no. No voy seguido. Esa noche fui a conocerlo y no he vuelto. La verdad, no me gustó mucho. Más bien preocúpate por tratar de salir con mi papá a sitios para ustedes. Gracias por el sanduche, ma. Me lo voy a comer en mi cuarto.