Martha y Andrea se conocieron en la Universidad y el click fue inmediato. Las dos con un gran sentido del humor, bonitas, inteligentes, con notas aceptables y eximidas por su excelencia en una sola materia: Especulación 1 y Especulación 2. Pasaban tardes enteras fumando cigarrllo con vasos enormes de agua, creando en esas cabezas las más fantásticas hipótesis alrededor de novios, amigos y desconocidos.

Eran inseparables y como sucede con un par de amigas así, conocieron mamás, hermanos, tías, abuelos, primos, casas, costumbres, trabajos, horarios, mañas, guayabos, platos favoritos, amigos, novios y hasta jefes  de una y de la otra. Iban juntas a cuanta fiesta, paseo, clase, funeral, clínica, parque, bar, hueco, restaurante y peluquería existiera.

Durante todos esos años de amistad, hubo un período en el que las dos estaban felizmente ennoviadas; aunque las agendas cambiaban y la intensidad bajaba, permanecían en contacto contándose cuánta historia o evento digno de comunicar, sucedía en sus vidas.

Una tarde Martha llamó a Andrea, quien estaba en su casa esperando a Mauricio, su novio, y le dijo que en cinco minutos llegaría. Andrea se sorprendió un poco con la visita tan intempestiva, pero siendo tan amigas no le dio mucha importancia y esperó. Martha entró agitadísima con los ojos vidriosos y un poco pálida y de una vez entró diciéndole: Quiubo marica, Topo (así llamaban a su novio) me acabó de dejar acá y me salió con un cuento todo extraño. Estoy segura que me va a poner los cachos hoy!

Andrea perpleja le dice que se calme, que no sea tan videosa, que a veces los hombres son así, que quieren estar con sus amigos, o solos, que se aburren, etc., pero Martha insistía de forma vehemente en su sospecha y ya con bastante alebosía le dijo: Estoy segura, marica, entiéndame! Yo lo conozco, yo lo presiento! Por favor persigámoslo! Andrea, soltó una carcajada y le dijo que estaba loca, que cómo se le ocurría, que además ella no tenía el carro ese día, que estaba esperando a Mauricio, que era imposible. Martha no dudó un segundo en decirle que le pidieran el favor a Mauricio, que fueran con él, que para ella era muy importante, que tenía que agarrarlo.

Andrea le dijo: “Usted sabe que ni muerto Mauricio va a hacer una cosa así, si quiere pregúntele, pero juraría que le va a decir que no”. Martha, que era una verdadera dueña de la palabra, aceptó el reto y cuando llegó Mauricio, le hizo tal exposición usando los mejores métodos de persuasión, que este novio incauto y un poco tímido, al verse tan acorralado, no tuvo otra opción que aceptar. Emprendieron así, la operación más profesional realizada por un trío de detectives amateurs.

Martha era la Directora del operativo; ella tenía coordenadas, direcciones y rutinas. Andrea era la mediadora porque las miradas de Mauricio a ratos le hacían pensar que en cualquier momento abortaría la misión y éste último y no menos importante: el conductor! Con sus roles definidos, se parquearon al frente del apartamento del Topo y esperaron, no tan pacientemente, algún movimiento. Mauricio, aburrido y desesperado de oir este par de loras quejarse y especular, les dijo que iría un segundo a la casa de un amigo que vivía muy cerca y que lo llamaran al celular si había alguna novedad.

Al rato, regresó con una botella de aguardiente para que se relajaran y dejaran tanta bulla. Probablemente, no fue la mejor opción. Por fin, después de algunas horas de estar ahí, el Topo encencdió una luz, se dejó ver en la zona de lavandería de su casa y tomó una camisa blanca. Martha ahí pegó el primer grito: Marica!!! Se está alistando para salir! Se los dije! Después de una media hora, el Topo salió en su camioneta del garaje de su edificio y arrancaron detrás de él.

El Topo vivía en una zona central de Bogotá, sin embargo, esa noche tomó una ruta bastante inusual para una persona que sale de fiesta. Martha pensó que talvez iba para su finca ubicada en las afueras de la ciudad, en ese caso, lo entenderían rápidamente y no habría necesidad de perseguirlo hasta su destino final. Pero no. La avenida por la que andaba a un ritmo afanoso, tenía a Martha muy desconcertada porque no entendía hacia dónde se dirigía.

Finalmente, giró a la derecha en un barrio tradicional bogotano y se introdujo en las calles angostas y después de hacer una que otra maniobra, incluída una reversa en una calle cerrada en la que pasó justo al lado del carro de los detectives y Martha tuvo que agacharse y Andrea y Mauricio simular que eran una pareja de enamorados casuales, parqueó al frente de una casa, se bajó, timbró, esperó y salió de una puerta una mujer rubia de pelo hasta la cintura, bonita y que por su expresión, parecía muy feliz de ver al Topo a quien abrazó y besó emocionada. Subió a la camioneta y emprendieron la segunda parte de esta persecución.

Martha tenía una mezcla de rabia, dolor, angustia, ansiedad e impotencia de ver lo que estaba pasando. Mauricio, miraba de reojo a Andrea quien en su tarea de mediadora, trataba de consolar y calmar a la una y al otro, respectivamente. El Topo tomó una autopista y anduvo a una velocidad controlada por 20 minutos aproximadamente hasta que salió de esta avenida y giró a la derecha y encontró el primer semáforo desde que la rubia subió a su carro y el grupo de detectives pegados en la parte trasera presenciaron lo que nadie quería ver: un beso y la mano del Topo que enredaba sus dedos entre el pelo liso y brillante de la desconocida.

A este punto, hubo un silencio sepulcral en el carro y Mauricio por fin dijo de manera determinada: Suficiente Martha! Creo que ya vimos lo que teníamos que ver, dejemos esto así. Martha dejó salir el último suspiro que le quedaba y le dijo: Por favor Mauricio, te lo ruego! Yo tengo que ver a dónde van! Te lo suplico! Andrea una vez más, le lanzó una mirada a su novio como diciéndole: Por favor! y en contra de su voluntad, Mauricio continuó la operación.

Durante todo este tiempo, El Topo y su acompañante, estuvieron inocentes y nunca advirtieron ser blanco de un operativo, que aunque espontáneno, resultó ser bastante efectivo. Parecía que el Topo se acercaba a su destino y efectivamente, parqueó en un sitio de comidas rápidas, se bajaron del carro y saludaron uno a uno los amigos que estaban pendientes de su llegada y acogieron efusivamente a la rubia de pelo liso y al Topo. Los mismos amigos con los que Martha había ido a paseos, cenas, fiestas, discotecas, bares, reuniones de unas y de otras. Los mismos amigos que habían celebrado con ella sus cumpleaños, sus victorias; los amigos a los que ella había llamado tantas veces para preguntar por El Topo, para organizarle sorpresas de cumpleaños, asados en la finca y a los que había hecho tantos favores y hasta les había escuchado historias y problemas. Esos mismos amigos, abrazaban a la rubia, como tantas veces la habian abrazado a ella.

Martha, invadida por el dolor, la tristeza, el sabor amargo de la traición y el alcohol, se bajó del carro corriendo hasta donde estaba el Topo abrazado de la rubia; Andrea salió detrás de ella caminando afanosamente esperando que nada terrible ocurriera. Martha tocó el hombro del Topo quien se giró y palideció cuando la vió parada en frente de ella; la rubia se apartó, los amigos se miraban y susurraban entre ellos, mientras daban pasos hacia atrás, como quien se retira disimuladamente del campo de guerra. El Topo, quien era un hombre de verdad muy simpático y relajado, con mucha tranquilidad, les pregunta al par de mujeres qué hacen ahí, a lo que Martha le dice con un tono bastante firme y enfadado: pues vinimos a comer algo, qué sorpresa, no??? Y tu qué!

El mientras masticaba su perro caliente y con mucha parcimonia le dice a Martha que se calme, que se vaya para la casa con Andrea, y que más tardecito le cae a la casa. Si, así fue. El no tuvo por un momento la intención de cancelar la rumba, dejar a la rubia e irse con Martha para su casa. Lo que hizo fue enconmendársela a Andrea, pedirle que no la dejara sola y decirle que más tardecito les llegaba.

Nadie nunca sabe cómo puede reaccionar frente a una situación similar, sin embargo, Andrea quedó entre desconcertada y maravillada de ver la actitud del Topo. Volvieron al carro con el corazón en la mano, Mauricio completó su misión y dejó al par de amigas en la casa de Martha y se dedicaron el resto de la noche a cantar canciones de despecho y llorar como Magdalenas.

El Topo nunca llegó, como nunca llegó la reconociliación entre la pareja. Ese fue el principio del fin de una relación de subes y bajas, pero de mucha intensidad. Ni Martha, ni Andrea podrán olvidar jamás aquella noche.       Quién sabe si al final organizar ese operativo fue una buena idea; quién sabe si hubiera sido mejor hablar con El Topo y preguntarle directamente qué estaba pasando; quién sabe si él hubiera sido sincero. Lo único cierto, es que el famoso sexto sentido de las mujeres funciona; tenemos ese olfato, esa capacidad de intuir tantas cosas y descifrar situaciones con nuestras empeliculadas mentes.

Ps. Esta historia me hizo pensar en una canción de Pearl Jam que se llama Rearviewmirror.